Hace ya un tiempo desde que Lucifer Estrella del Alba abandonó sus labores como dueño del Infierno. Las llaves de aquel maldito lugar se las entregó a Sueño de Los Eternos, aparte de pedirle que le arrancara sus alas como metáfora de su repudia tanto al Cielo como al Infierno. Ahora Lucifer lo único que regenta es un piano bar en Los Ángeles, y su apacible retiro se ve interrumpido Amenadiel, emisario del Cielo. Este ángel parece tener una misión que volverá a poner al Lucero del Alba en el tablero de juego, aunque quizás esto no sea tan buena idea.
Igual la sinopsis os ha dado una pista de que esta historia no empieza aquí, sino en otra obra. Y así es. Lucifer, aparte de ser un personaje bíblico también lo es de Sandman, la que para mí es la obra cumbre de Neil Gaiman. Es en el arco argumental de Estación de Nieblas donde se nos narran la marcha de Lucifer del Infierno. Todo lo posterior desde ese punto se encargó de contarlo Mike Carey, haciendo que lo que partió como spin-off fuera una de las mejores colecciones de la línea Vertigo en DC comics.
Hay mucho de Sandman aquí, no nos vamos a engañar. Pero si algo consigue Mike Carey conforme avanza la trama es darle un estilo propio, de tal manera que transita por derroteros que jamás podríamos haber imaginado. Esa es una de las grandes señas de identidad de Lucifer, lo poco predecible que puede llegar a ser. Una trama que siempre avanza y se recrea poco en lo anterior, y eso que estamos hablando de un personaje con miles y miles de años.
El propio Carey define la colección en muchas entrevistas y en el mismo prólogo como una relación complicada entre un padre y su hijo. Con todo lo extraño y fantástico que hay alrededor, por supuesto, pues hablamos de Yahvé (Dios) y Samael (Lucifer). Obviamente no son los únicos personajes sobre los que gira la trama. Es más, esto es algo de lo que puede presumir el cómic Lucifer: un nutrido elenco de secundarios a cada cual más interesante. Llegando al punto que en muchos números ni siquiera hace acto de aparición Lucero del Alba y la calidad sigue siendo excelente.
En la parte gráfica encontramos a no pocos artistas. Para empezar Scott Hampton (a quien más tarde veríamos en American Gods) es el encargado de dibujar la miniserie que le valió más tarde una serie regular a Lucifer. El estilo de Hampton, con sus magnificas acuarelas, le va como anillo al dedo al tono que tiene The Sandman presents Lucifer. Cabe recalcar que ese primer acercamiento al personaje en solitario poco tendría que ver con lo que vino después, pero al menos sentaría las bases. Una vez iniciada la colección llamada simplemente Lucifer hubo una retahíla de dibujantes entre los cuales se encontraban Dean Ormston, Ryan Kelly, Chris Weston, Warren Pleece, Craig Hamilton y Philip Craig Russell entre muchos otros. Aunque el artista que más números dibujó, y personalmente asocio más al personaje, fue Peter Gross. Pues Gross siguió algo que ya hizo Mike Dringenberg en Sandman, que no era otra cosa que plasmar a Lucifer con el semblante de David Bowie. Algo que me parece como poco un bellísimo guiño.
Resumiendo, Lucifer de Mike Carey partió como un pequeño spin-off de un laureado cómic y acabó tomando una dimensión enorme y encontrando su hueco por méritos propios. Personalmente se trata de una de mis colecciones favoritas, y os recomiendo encarecidamente acercaros a él. Pues lo mejor es que no hace falta haber leído Sandman para disfrutarlo.
Guion: 9
Dibujo: 7
Nota Cómics y Birras: 9
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