Cuando apenas era una adolescente, Harleen Quinzel es enviada a Gotham sin prácticamente dinero para que se busque la vida tras un comportamiento algo conflictivo en su antiguo hogar. Allí sus vivencias no son mucho mejores, pues la ciudad está rodeada de crimen. Afortunadamente es acogida por Mama, la drag queen más reconocida de la ciudad, y conoce a todo el equipo de su espectáculo. Aunque esto no dura mucho pues el barrio donde se encuentra el cabaret de Mama, y el nuevo hogar de Harleen, es el objetivo de los recalificadores de terreno para apropiárselo. Es el momento de que Harleen Quinzel pase a la acción.
Mariko Tamaki nos cuenta el origen reimaginado de Harley Quinn. Este explora en su adolescencia y en como se crió en un pequeño y antiguo barrio de Gotham abocado a desaparecer por la gentrificación. Un cómic aparentemente ligero y juvenil que tiene una importante carga de denuncia social, lo cual, en mi opinión, sube el valor de éste. Su ágil trama también esconde algunas divertidas referencias inherentes al personaje, lo cual es curioso.
El dibujo Steve Pugh es simplemente perfecto. Adquiere cierto énfasis en las caras y el diseño de vestuario, algo de importancia capital en la presente obra. El color empleado por Pugh es casi siempre unas acuarelas azulonas contrastado con un rojo perpetuo para cielos o fondos en alguna ocasión. En los flashback de la infancia de Harley, por el contrario, predomina un tono más anaranjado. El resultado es una parte gráfica magnífica y que, francamente, me ha sorprendido gratamente.
Resumiendo, Harley Quinn: Cristales rotos es una historia bastante libre sobre los orígenes de Harleen Quinzel que toca temas bastante serios disfrazados en una narración bastante juvenil. Una lectura totalmente recomendada para seguidores de este personaje que no para de crecer y, sinceramente, me alegro de ello.
Guion: 7
Dibujo: 8
Nota Cómics y Birras: 7
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